Josep Pons, de militar en Cuba a capellán en las Canarias

Hijo de los masoveros de la Gabriela de Baix (ver la tina del mas en la foto superior), de pequeño no pudo ir a la escuela porque tenía que ayudar en casa y cuidar el ganado. A los diez años manifiesta que quiere ser capellán. Como su familia no le puede pagar los estudios, el rector le ayuda a entrar en el colegio Sant Josep de Vic, una institución para estudiantes pobres. Abandona por dificultades económicas y es quintado en 1894 y en 1895, al regimiento de infantería Cantabria. Al año siguiente embarca en el  barco Montevideo, rumbo a Cuba, donde protagoniza algunas acciones de guerra comprometidas. Cae gravemente enfermo de disentería por la insalubridad de las aguas, y es repatriado. Toda la vida arrastrará molestias intestinales.

De vuelta al seminario, recibirá del obispo Torras i Bages las órdenes menores, y el 1904 ya decía misa. Aconsejado por un médico pide licencia para ir a hacer de capellán a las Canarias. Desembarca en Tenerife, en la parroquia del poblado de Alajeró, donde coge fama de pegar a quien no se porta bien. Esto le valdrá el sobrenombre de “el Pimentón”. En 1906 pasa a Garafia, en la illa de Palma, y después vuelve a Tenerife, donde será rector de varias parroquias. Muere el 26 de agosto de 1964.

Fue considerado por sus feligreses como un auténtico santo, porque a medida que envejecía radicalizaba su sacrificio: comía poco y mal, caminaba con alpargatas negras, calcetines agujereados y sotana descosida, e incluso descalzo. Dormía sobre una cama de tablones, sin colchón, y también dentro de una caja de madera. Hacía ayunos y penitencias, y llevaba disciplinas de alambre bajo la camiseta. Hacía sermones apocalípticos, y nunca dejaba que una mujer se acercase a él.

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